¡Hola de nuevo lector@s!

Hoy voy a reseñar un libro que descubrí completamente por casualidad y que se ha convertido en uno de mis favoritos, pero esta vez no se trata de una novela. Es un libro de cuentos, pero no unos cuentos cualquiera, sino de fantasmas. Fantasmas de Japón. ¡Ya podéis echaros a temblar! 😛

SOBRE EL LIBRO

kwaidan fantasticos del japon

Autor: Lafcadio Hearn

Editorial: Alianza editorial

Año: 2019 (primera edición 1904)

Páginas: 192

¿Es una serie? No. 

ISBN: 8491817484

Calificación:
5/5

SINOPSIS

«Kwaidan» es una recopilación de cuentos fantásticos del Japón, relacionados en su mayoría con el más allá, la reencarnación o el karma. Su última parte, dedicada a algunos insectos (mariposas, mosquitos, hormigas) sintetiza con exquisita sensibilidad las supersticiones y creencias japonesas en torno a dichos animales, así como sus atribuciones culturales.

RESEÑA

En cuanto a los relatos contenidos en Kwaidan: cuentos fantásticos del Japón publicado en 1903, hay de todo y muy variadito pero concretamente dos me gustaron muchísimo. El que más, que es el que realmente me hubiera gustado transcribir es relativamente largo, así que os dejo el título (La historia de Aoyagi) y, para que os hagáis una idea, transcribiré uno de los cuentos recopilados por Hearn más cortos pero también más completos: 

 

Jiu-Roku-Zakura

«En Wakégôri, un distrito de la provincia de Iyo, se yergue un cerezo famoso y antiguo, llamado Jiu-roku-sakura, «el Cerezo del Día Decimosexto» porque todos los años florece el fía decimosexto del primer mes (según el antiguo calendario lunar), y sólo ese día. De modo que la época de su florecimiento es durante el Gran Frío, pese a que el hábito natural de un cerezo consiste en aguardar hasta la primavera antes de aventurarse a florecer. Pero el Jiu-roku-sakura florece gracias a una vida que no es la propia, o que, al menos, no lo era originalmente. El espíritu de un hombre habita ese árbol.

Era un samurái de Iyo, y ese árbol crecía en su jardín y solía dar flores en la época habitual, o sea, hacia fines de marzo y principios de abril. El samurái había jugado bajo ese árbol cuando niño; y sus padres y abuelos y ancestros habían colgado en esas ramas, estación tras estación, durante más de cien años, brillantes tiras de papel de colores donde habían escrito poemas de alabanza. El samurái envejeció, a tal punto que sobrevivió a sus propios hijos, y nada le quedaba en el mundo digno de su amor, salvo ese árbol. Mas, ¡ay!, un incierto verano el árbol se marchitó y murió. 

El anciano no hallaba consuelo por la pérdida de su árbol. Entonces, unos cordiales vecinos hallaron un cerezo joven y hermoso y lo plantaron en el jardín del samurái, con la esperanza de confortarlo. Él demostró gratitud y simuló alegría. Pero lo cierto es que su corazón estaba ebrio de dolor, pues tanto había adorado al viejo árbol que nada podía compensar esa pérdida. 

Al fin tuvo una feliz ocurrencia: recordó que había un modo de salvar al árbol seco. (Era el día decimosexto del mes primero). Entró en el jardín, se inclinó ante el árbol marchito y le habló de esta manera:

– Ahora dígnate, te lo imploro, florecer una vez más, porque voy a morir en tu lugar. (Pues se cree que uno en verdad puede ofrecer la propia vida a cambio de la de otra persona, de la de una criatura, o aún la de un árbol, por mediación de los dioses; el acto de transferir la propia vida se expresa con el giro migawari ni tatsu, «actuar como sustituto».). 

Entonces tendió un manto blanco y varios edredones bajo el árbol. se sentó sobre los edredones y realizó un hara-kiri al estilo samurái. Y su espíritu penetró en el árbol y lo hizo florecer en esa misma hora. 

Y todos los años sigue floreciendo en el día decimosexto del mes primero, en la estación de la nieve.»

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Este relato en concreto me pareció precioso, aún siendo tan triste. Creo que representa muy bien en todo aquello en lo que la cultura nipona se basa: la tradición, el honor, la espiritualidad, la familia, el vínculo con la naturaleza.

Siempre he pensado que la cultura japonesa así como sus creencias son sabias y que no deberían de pasar desapercibidas para el resto. Aunque quizá sea mejor así, probablemente ese sea su secreto: mantener una sociedad arraigada a la cultura más tradicional no debe ser fácil en un mundo de constante cambio y sin embargo ahí está, tan misteriosa y de alguna forma lejana, ajena y diferente al resto de culturas, como lo ha sido siempre.

A pesar de no haber continuidad entre las historias, puedo decir que me ha gustado muchísimoy que pienso seguir leyendo las obras de Lafcadio Hearn y algunas otras que he ido descubriendo en mis recientes visitas al Salón del Manga de Barcelona. Seguro que las disfrutaré tanto como ésta.

SOBRE EL AUTOR

Quiero también hablaros de cómo di con este libro y sobre Lafcadio Hearn, el autor, y seguidamente quiero transcribir uno de mis cuentos favoritos.

Desde que puedo recordar me ha maravillado la cultura japonesa. Siempre me ha gustado saber más y más sobre Japón y tenía pequeñas píldoras de sabiduría japonesa gracias a las series de mi infancia. Un día, cansada de leer meros datos, decidí buscar algún libro que explicara historias del país y con gran acierto encontré a este autor que ha dedicado gran parte de su obra a Japón (y algún que otro libro, a China), concretamente a su cultura espiritual, la de los fantasmas. Y es que los japoneses tienen muy presente esta parte de su cultura y tienen montones de leyendas e historias misteriosas de almas en pena y mujeres de las nieves.

Lo que más me sorprendió es que fuera un señor griego quien recopilara todas estas historias; mi primera idea al ponerme a buscar fue que encontraría autores japoneses que se habían puesto a recopilar sus propias leyendas, así que fue totalmente inesperado saber que Hearn, hijo de una campesina griega y un cirujano militar irlandés y católico, tuviera tantos libros sobre el tema.

Lafcadio Hearn tuvo una infancia difícil. Sus padres prácticamente se desentendieron de él y sufría de un complejo de inferioridad causado por la falta de un ojo y problemas de vista, lo que es de suponer que le supondría un problema para relacionarse con los demás. Prueba de ello es que siempre posaba de lado o con los ojos cerrados.

Marchó a Estados Unidos en 1869 y partir de 1873 empezó a escribir sus primeros relatos en Estados Unidos. Cansado de este país, partió en 1890 hacia Japón, donde inicialmente se dedicó a la enseñanza en la Universidad de Tokio. Posteriormente se casó con una mujer japonesa de una buena familia de samuráis y aunque el escritor nunca perfeccionó su japonés ni su esposa sabía inglés, pudieron comunicarse de forma muy básica y de hecho fue ella quien le explicó las historias y leyendas sobre espectros y aparecidos. Se convirtió al budismo y adquirió la nacionalidad japonesa. Entre publicaciones, consiguió la cátedra como profesor de literatura inglesa.

Lafcadio Hearn contribuyó notablemente al mejor entendimiento de la cultura japonesa, que tan misteriosa es para muchos. Por lo menos, aunque tuvo una vida un tanto sencilla, me pareció bastante interesante.

 

 

¿Habíais oído hablar de este autor? A mi me sorprendió mucho teniendo en cuenta sus orígenes y lo cerrada que es la cultura japonesa a los gaijin, o extranjeros. Lo que sí es claro es que la contribución que aportó al mundo occidental en su tiempo en cuanto a conocimiento de la cultura japonesa, es inigualable. 

Lo mejor:

  • La variedad de cuentos recogidos, para todos los gustos y de todo tipo, que muestran un abanico muy amplio. 

Lo peor:

  • No es tanto un punto negativo, pero al leerlo me dio la sensación de que la traducción del japonés al español hace que se pierdan detalles y en algunas ocasiones se hace difícil entender el significado de algunos pasajes.